martes, 7 de abril de 2009

La última caricia

Cerró los ojos cuando la brisa sopló con arena de la playa, allí sentado con la mirada perdida en el infinito, con el alma perdida entre sentimientos. Una calada, sus manos acariciando la fina arena, escuchando solo el rumor de las olas y sus pensamientos perdidos en el infinito, y sus sentimientos perdidos en su mirada. Una manta sobre los hombros, un libro a su lado, con el baile armonioso de la vida, en la soledad, tocando con las manos el infinito, con el alma perdida.
Ella se acercó por detrás sin mediar palabra, se arrodilló tras él y lo abrazó fuertemente, a él se le escapó una sonrisa, a ella una lágrima, y mientras los primeros rayos del sol empezaban a delatarse en la oscuridad él le cogió una mano y se la besó, ella acarició su rostro, sacó del bolsillo una carta y marcó con ella una página del libro, y sin que llegaran a mirarse a los ojos una última vez ella se levantó y se fue. Él cerró los ojos, intentando atrapar aquel último momento en lo más profundo de su corazón, donde nada ni nadie pudiera llegar y arrebatárselo, olvidando por el contrario la línea naranja que dibujaba el Sol ante su rostro, dejando de sentir la arena entre sus manos, dejando de escuchar el rumor de las olas, dejando escapar el infinito y sin alma.
Si los sueños no fueran sueños merecería la pena luchar por ellos, si el amor no fuera amor no se nos escaparía, no hay una estrella fugaz que nos pueda conceder deseos y no dejamos de buscarla en el cielo, no dejamos de amar y no dejamos de soñar.

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