El sonido de las gotas al caer en el lago era la música, con el coro de los grillos, el escenario la noche cerrada apenas visible por los árboles de eucalipto, mi ropa, húmeda por el contacto con la hierba mojada, y el olor tan peculiar de la tierra fértil. Mientras miraba al lago en soledad pensaba en mil cosas, en la vida, en el futuro y en el pasado.
En ella... ¿qué estaría haciendo? Seguramente descansaría plácidamente sobre su cama, como tantas veces que la he visto dormir. Pensaba en lo que me gustaba sentirla respirar en mi oido, el aroma tan peculiar que me dejaba su piel, la belleza de sus labios entreabiertos, la caída de sus rizos sobre su rostro, o el tacto de su cuerpo desnudo. ¿Estaría pensando en mí? Me gustaba pensar que entre ella y yo siempre había una conexión, por eso cuando me sentía mal sin motivos creía que era porque ella estaba triste, y deseaba ir corriendo a su lado para protegerla y que nada malo le pasara. Me gustaba pensar que ella pensaba en mí como yo lo hacía en ella, que pese a la distancia y al tiempo deseaba romper todas aquellas barreras que nos mantenían alejados.
Todos dormían en la zona de acampada, el dia había sido largo, sin embargo yo no conseguía conciliar sueño alguno. Pensaba en él, en el tiempo que pasamos juntos, en las risas compartidas, en los momentos difíciles. Echaba de menos su compañía, y estaba frustrado y me sentía culpable, hay pocas cosas que pueden separar a dos amigos, y la nuestra fue la peor, la única que no se puede arreglar, pero me gustaba pensar que dondequiera que estuviese estaba escuchando mis pensamientos, que él, sabiendo lo que me gusta la noche y lo que me gusta la lluvia, me había dibujado aquel pacífico escenario. Nunca le dije lo mucho que lo apreciaba, hubiera deseado pasar más tiempo con él, y entonces me parecía ridícula la excusa de no tener tiempo y me dolía el no tener ganas. Recordaba nuestro último momento juntos, en ese momento cubierto de dolor, deseaba creer en algo que me permitiera seguir en contacto con él, aunque no fuera cierto.
Las ranas cantaban a la lluvia, el estruendo de truenos armonizaba la melodía, y los recuerdos nuevamente me llevaron a otro lugar, a mi infancia, cuando en casa de mis abuelos jugábamos a llenar vasos con el agua que se escurría por las tejas en el patio. El pensamiento de cuando nos entristecíamos por no poder jugar a la pelota ahora me hacía sonreir, sonreir por haber sido alguna vez un niño feliz que tenía todo lo que entonces deseaba. Salíamos a la calle, nos poníamos chorreando, nuestros padres nos regañaban, pero la lluvia era un juego más, y nos encantaba abrir las bocas para que las gotas entraran, nos tirábamos al barro, corríamos, reíamos, y cuando estábamos exhaustos allí estaba nuestro abuelo en la chimenea asando castañas para nosotros.
No podía dormir, y mi mente me llevó a imaginar esta vez con las historias que un dia soñé. Cerré los ojos y me vi sobrevolando campos enteros, planeando entre montañas como un águila que se alza libre, volando como un vampiro entre las calles de una ciudad victoriana, como dueño legítimo de la noche, buscando aventuras. Me imaginé flotando en el aire, renaciendo del fuego cual ave mitológica, soñé que tenía alas, que podía subir por encima de la tormenta y descansar sobre las nubes para contemplar las estrellas, y al recuperarme seguir subiendo, rodear el mundo y contemplar el amanecer dondequiera que estuviera.
Eran solo sueños y recuerdos, pero nada de aquello era real en aquel momento, no pude más que resignarme a lo que era y apartarme de la lluvia, esconderme de la noche y seguir en este mundo.
En ella... ¿qué estaría haciendo? Seguramente descansaría plácidamente sobre su cama, como tantas veces que la he visto dormir. Pensaba en lo que me gustaba sentirla respirar en mi oido, el aroma tan peculiar que me dejaba su piel, la belleza de sus labios entreabiertos, la caída de sus rizos sobre su rostro, o el tacto de su cuerpo desnudo. ¿Estaría pensando en mí? Me gustaba pensar que entre ella y yo siempre había una conexión, por eso cuando me sentía mal sin motivos creía que era porque ella estaba triste, y deseaba ir corriendo a su lado para protegerla y que nada malo le pasara. Me gustaba pensar que ella pensaba en mí como yo lo hacía en ella, que pese a la distancia y al tiempo deseaba romper todas aquellas barreras que nos mantenían alejados.
Todos dormían en la zona de acampada, el dia había sido largo, sin embargo yo no conseguía conciliar sueño alguno. Pensaba en él, en el tiempo que pasamos juntos, en las risas compartidas, en los momentos difíciles. Echaba de menos su compañía, y estaba frustrado y me sentía culpable, hay pocas cosas que pueden separar a dos amigos, y la nuestra fue la peor, la única que no se puede arreglar, pero me gustaba pensar que dondequiera que estuviese estaba escuchando mis pensamientos, que él, sabiendo lo que me gusta la noche y lo que me gusta la lluvia, me había dibujado aquel pacífico escenario. Nunca le dije lo mucho que lo apreciaba, hubiera deseado pasar más tiempo con él, y entonces me parecía ridícula la excusa de no tener tiempo y me dolía el no tener ganas. Recordaba nuestro último momento juntos, en ese momento cubierto de dolor, deseaba creer en algo que me permitiera seguir en contacto con él, aunque no fuera cierto.
Las ranas cantaban a la lluvia, el estruendo de truenos armonizaba la melodía, y los recuerdos nuevamente me llevaron a otro lugar, a mi infancia, cuando en casa de mis abuelos jugábamos a llenar vasos con el agua que se escurría por las tejas en el patio. El pensamiento de cuando nos entristecíamos por no poder jugar a la pelota ahora me hacía sonreir, sonreir por haber sido alguna vez un niño feliz que tenía todo lo que entonces deseaba. Salíamos a la calle, nos poníamos chorreando, nuestros padres nos regañaban, pero la lluvia era un juego más, y nos encantaba abrir las bocas para que las gotas entraran, nos tirábamos al barro, corríamos, reíamos, y cuando estábamos exhaustos allí estaba nuestro abuelo en la chimenea asando castañas para nosotros.
No podía dormir, y mi mente me llevó a imaginar esta vez con las historias que un dia soñé. Cerré los ojos y me vi sobrevolando campos enteros, planeando entre montañas como un águila que se alza libre, volando como un vampiro entre las calles de una ciudad victoriana, como dueño legítimo de la noche, buscando aventuras. Me imaginé flotando en el aire, renaciendo del fuego cual ave mitológica, soñé que tenía alas, que podía subir por encima de la tormenta y descansar sobre las nubes para contemplar las estrellas, y al recuperarme seguir subiendo, rodear el mundo y contemplar el amanecer dondequiera que estuviera.
Eran solo sueños y recuerdos, pero nada de aquello era real en aquel momento, no pude más que resignarme a lo que era y apartarme de la lluvia, esconderme de la noche y seguir en este mundo.
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