Suena el despertador a las 7:30, y mi mayor ilusión ha sido siempre salir en un viaje antes de la hora acordada, ya que siempre se retrasa, y todo va bien hasta que toca cerrar las maletas, sin embargo y pese a todas las complicaciones a las 9 estamos en ruta.
Un consejo: si hacéis el recorrido Madrid-Jaén no os paréis a desayunar en Manzanares, no vaya a que tengáis la suerte que tuvimos nosotros de comernos unas minitostadas de juguete super asquerosas con un café aguado por 5,40 euros. Eso sí, el lugar era bonito, no se lo quito: una antigua fábrica con todo forrado de madera, y cuando digo todo es todo.
Llegamos a las 13:00 a casa de Juan, no me puedo creer lo bueno que soy para la puntualidad. El viaje ha transcurrido sin incidencias y nos encontramos un caluroso recibimiento a base de cerveza y jamón del güeno, y como Carlos está haciendo uso de su instinto de "Aranda" para llegar tenemos un buen rato para dar cuenta de la buena hospitalidad de Juan y María. Cuando por fin llega Carlos nos vamos al Roscapizza, solo por variar un poco de la rutina madrileña, y la comida casi termina en catástrofe por la sucesión de puñaladas traperas entre unos y otros.
A las 4 vamos, vivos pero calenticos, hacia el aeropuerto con mi Baldomero conducido por Juan, al que solo le faltaba ponerlo a dos ruedas, esa fue la segunda vez que temí por mi vida aquel día, pero no sería ni por asomo la última.
Tras una triste despedida y un abrazo caluroso nos montamos en el avión, yo con la preocupación de lo que sería de mi pobre Baldomero y Macarena más pendiente del sonido que hacía el payaso con la sierra montado en el ala del avión. El vuelo transcurrió sin más preocupaciones que algunos cambios bruscos de altura, turbulencias, pitidos extraños y un piloto que no hacía más que encender y apagar las luces de dentro, pero tras una hora y media de tensión hemos llegado al aeropuerto Charles de Gaulle de París (19:30), donde corremos a coger una puerta para salir a fumar entre la ligera llovizna y el ambiente húmedo de la noche.
Una vez más tranquilos cogemos el RER (9,25€ c/u) hacia el hotel de París, situado en una de las transversales del Bd. Barbes, que gratamente comprobamos que es el equivalente a la calle Montera de Madrid, llena de mujeres con cara de pocos amigos pero con pinta de vida alegre y de tíos con carritos del Mercadona vendiendo bellotas, de ambas clases.
Soltamos las maletas en el hotel (Hotel Amarys Simart contratado a través de easyclicktravellers, 43€ la noche) y salimos a hacer nuestra primera visita nocturna de la ciudad, y lo que más cerca teníamos era el Sacre Coeur, así que a subir escalones, pero mereció la pena. Subimos por la parte trasera y el ver aquel monumento iluminado en la noche nos produjo una sensación de grandeza difícil de describir, y tras un rato observando la ciudad de la luz desde lo más alto hacemos caso a nuestros rugientes estómagos y vamos a comprar un par de kebabs para zampárnoslos en nuestra minúscula pero limpia habitación del hotel mientras vemos los Simpsons en francés.
Dia 2: The Walking Dead.
Un consejo: si hacéis el recorrido Madrid-Jaén no os paréis a desayunar en Manzanares, no vaya a que tengáis la suerte que tuvimos nosotros de comernos unas minitostadas de juguete super asquerosas con un café aguado por 5,40 euros. Eso sí, el lugar era bonito, no se lo quito: una antigua fábrica con todo forrado de madera, y cuando digo todo es todo.
Llegamos a las 13:00 a casa de Juan, no me puedo creer lo bueno que soy para la puntualidad. El viaje ha transcurrido sin incidencias y nos encontramos un caluroso recibimiento a base de cerveza y jamón del güeno, y como Carlos está haciendo uso de su instinto de "Aranda" para llegar tenemos un buen rato para dar cuenta de la buena hospitalidad de Juan y María. Cuando por fin llega Carlos nos vamos al Roscapizza, solo por variar un poco de la rutina madrileña, y la comida casi termina en catástrofe por la sucesión de puñaladas traperas entre unos y otros.
A las 4 vamos, vivos pero calenticos, hacia el aeropuerto con mi Baldomero conducido por Juan, al que solo le faltaba ponerlo a dos ruedas, esa fue la segunda vez que temí por mi vida aquel día, pero no sería ni por asomo la última.
Tras una triste despedida y un abrazo caluroso nos montamos en el avión, yo con la preocupación de lo que sería de mi pobre Baldomero y Macarena más pendiente del sonido que hacía el payaso con la sierra montado en el ala del avión. El vuelo transcurrió sin más preocupaciones que algunos cambios bruscos de altura, turbulencias, pitidos extraños y un piloto que no hacía más que encender y apagar las luces de dentro, pero tras una hora y media de tensión hemos llegado al aeropuerto Charles de Gaulle de París (19:30), donde corremos a coger una puerta para salir a fumar entre la ligera llovizna y el ambiente húmedo de la noche.
Una vez más tranquilos cogemos el RER (9,25€ c/u) hacia el hotel de París, situado en una de las transversales del Bd. Barbes, que gratamente comprobamos que es el equivalente a la calle Montera de Madrid, llena de mujeres con cara de pocos amigos pero con pinta de vida alegre y de tíos con carritos del Mercadona vendiendo bellotas, de ambas clases.
Soltamos las maletas en el hotel (Hotel Amarys Simart contratado a través de easyclicktravellers, 43€ la noche) y salimos a hacer nuestra primera visita nocturna de la ciudad, y lo que más cerca teníamos era el Sacre Coeur, así que a subir escalones, pero mereció la pena. Subimos por la parte trasera y el ver aquel monumento iluminado en la noche nos produjo una sensación de grandeza difícil de describir, y tras un rato observando la ciudad de la luz desde lo más alto hacemos caso a nuestros rugientes estómagos y vamos a comprar un par de kebabs para zampárnoslos en nuestra minúscula pero limpia habitación del hotel mientras vemos los Simpsons en francés.
Dia 2: The Walking Dead.
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